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CARCEL

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CÁRCEL

 

“Otra vez la maldita valla. A veces hasta me olvido de dónde estoy. Me pongo a andar mirando al suelo mientras pienso en cómo será la vida para quienes son libres. Me imagino en una de esas montañas que veo desde aquí, caminando con amigos y comiendo lo que nos apeteciese. No sé ni lo que me apetecería, no sé qué haría allí, pues no sé bien ni qué será eso de ser libre. No llegan mis sueños muy lejos, pues pronto se acaba el pequeño tramo recto que puedo recorrer dentro de la parcela en la que estoy recluido. De nuevo la valla.

Me desespera el vivir con tantos otros. Una reclusión aislada es terrible, pero esto, el no poder estar solo - al menos con pocos otros, no cientos – es algo insoportable. A todos los reclusos nos afecta el vivir en un grupo tan grande. Las explosiones de violencia son habituales y muchos acabamos con graves lesiones debido a los ataques.

Me muero de curiosidad por saber qué hay tras la valla. Poder explorar eso que parece tan grande… En cierto modo me da miedo, pero es hasta gracioso que mi sentir sea ése, pues el miedo más intenso es el que se vive aquí. No sabemos qué es lo que ocurre después, mañana. Si sigo aquí, vivo un infierno. Si me vienen a buscar, como hacen constantemente con otros, me temo que mi suerte no será muy dorada. Nadie de aquí sabe adónde se llevan a los que recogen, no los volvemos a ver. Pero todos nos imaginamos lo mismo. Hemos visto a veces a quienes nos mantienen cautivos entrar mientras comían partes de cuerpos de nuestros compañeros. Es horrible. ¡Qué miedo!

Irse a dormir es un tormento. Cierras los ojos y todo es tormento. Todo lo que conozco es dentro de estos muros: miedo, masificación, violencia… Y no sólo entre los que aquí estamos, también quienes nos retienen nos golpean en ocasiones. Quienes han tratado de escapar han sido zarandeados y empujados.

Únicamente la amistad con alguno de mis compañeros me alegra un poco. Y a la vez me atormenta pensar que acabarán siendo llevados a… Bueno, y sólo el hecho de ver cómo sufren aquí… me desespera.”

 

Si has leído hasta aquí pensando que el narrador es humano, creerás que se trata de una historia de ficción. Si has pensado que se trataba de un cerdo, por ejemplo, verás que lo único ficticio es que éste pudiese componer oraciones y escribirlas para expresar lo que siente. Pero el no poder escribir o construir oraciones no hace que los animales en las granjas, aunque sean “tradicionales” o “ecológicas”, como en el caso descrito en el texto, padezcan menos. Las malas experiencias sufridas por este animal se darían de un modo muy similar al caso del humano: también a él le inquietará el pensar qué hay más allá y le aburrirá estar siempre en la misma parcela. También a él le afecta estar obligado a vivir en un grupo tan numeroso, y no sólo psicológicamente. El ver su libertad limitada le causa frustración. Vive los momentos en los que se llevan a otros como él, lo cual le aterroriza y entristece, especialmente si tiene relación con alguno de los retenidos. Y en muchos casos (y, de hecho, más en granjas tradicionales o familiares) ha visto u oído cómo matan a su familia o a otros como él. Esto le resulta traumatizante. También él tiene lazos amistosos y se preocupa por sus compañeros. El contacto con los granjeros le causa temor y, en ocasiones, es golpeado o empujado y obligado a moverse a un lugar u otro, algo inevitable en una granja.

Si crees que éstas no son razones suficientes para no comer animales, lee de nuevo el texto y piénsalo en primera persona. Imagina que tras ello te vienen a recoger. Sí, esta vez es tu turno… Y afirma entonces que la ganadería ecológica es la solución a la explotación animal.

Andrés Cameselle 31-12-03

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