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El susurro de la voz interior. Aumentando su volumen.-M. Bradford

En una sociedad dominada por el estrés, el volumen de lo exterior es mucho más potente que el susurro interior. Del mismo modo, se valora a los individuos por la cantidad en lugar de por la calidad; es decir, por lo que pueden hacer en un día, en lugar de por cómo se sienten. Desde la infancia nos vemos bombardeados con estos principios y sin plantearnos su veracidad acabamos funcionando como una máquina de producción, sin la libertad que ofrece cada nuevo día. Esta forma de vivir nos hace creer que no tenemos tiempo para hacerlo todo, que los días son cortos... Y las semanas, los meses y los años nos pasan sin darnos cuenta.

Es el síndrome de "hacer", por el cual estamos tan ocupados con nuestro "exterior" que nos olvidamos de que existe un "interior". Es realmente revelador hacer una lista de todas las actividades diarias que "hacemos": desayunar, lavarnos los dientes, conducir, ir a la oficina, comprar...Se trata de actividades rutinarias que nos ocupan el día entero y que nos impiden vivirlo con intensidad.

Asimismo, podemos hacer otra lista con los momentos del día en que "somos"; puede que escuchando una música reconfortante, acariciando a nuestra mascota, oliendo el perfume de una flor, mirando a un amigo a los ojos...Estos momentos de calidad no desaparecen tan rápidamente como los anteriores:nos reconfortan tanto que parece que ¡duran más!.

Cuando hacemos este ejercicio, nos damos cuenta de que son pocos los momentos que dedicamos al día a conectarnos con nuestro corazón, y que debemos incrementarlos, ya que es entonces cuando percibimos el susurro de nuestra voz interior. Al principio, puede que sea tímida o esté cansada por no haber sido escuchada y valorada desde hace mucho tiempo... Sin embargo, siempre ha estado con nosotros, esperando pacientemente a que un día nos acordáramos de ella. Si deseamos hacer más énfasis en esta conexión, debemos equilibrar la balanza del "hacer" con la del "ser"; complementar los momentos de actividad con los de  calidad para llegar a sentirnos más equilibrados.

Y, con respecto a la alimentación, mientras todavía consumamos alimentos con efectos extremos Yin (azúcar, chocolate, estimulantes, helados, alcohol, exceso de frutas tropicales y de líquidos, los cuales producen dispersión y desconexión) o de efectos extremos Yang (grasas saturadas, carnes, embutidos, huevos, quesos, sal cruda, horneados... que producen tensión, rigidez y contracción), experimentaremos emociones y efectos extremos que anularán nuestra voz y conexión interiores. Precisamente en esta conexión es donde debemos hacer énfasis, ya que es la que nos guiará hacia nuestro centro con equilibrio, paz y armonía.

"Alquimia en la cocina"-M. Bradford.

1 comentario

Laia -

Nena, tenemos los mismos platos jeje