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Colgando los tacones...

Colgando los tacones...

 

Clac, clac, clac....La cintura ondea y la cabeza alta, sin mirar al suelo. Sólo subir y subir. La meta es sin duda el cielo. Y en él, siempre hay algo llamativo. Su infinitud siempre nos da un detalle distinto cada día, cada momento. Puede ser el sol tratando de aplastarnos. Ese mismo sol dando alegría a nuestra piel. O simplemente el estar escondido, esas formas nebulosas, los diferentes tonos grises.

 

Y si él no está, nos queda mirar a la Luna y todo su séquito de estrellas. Esa sensación de pertenecer a algo redondo, en constante movimiento y nosotros con él. El vacío y la compañía. Ser por un momento un todo y sentirse a la vez, casi nada.

 

Difícil competir con todo esto. Difícil bajar la cabeza un momento. Pero paradójicamente, mirar al infinito, no puede ser eterno.

 

En algún momento, la cintura caerá hace un lado más que a otro, un clac será más largo que otro...La cabeza bajará por la inercia e independientemente de que el resto del cuerpo le siga o no, nuestra realidad pasará a ser completamente distinta.

 

Algunos pueden quedar prendados de los mínimos del suelo, si la gravedad tiró muy fuerte de ellos, pero a la mayoría, no nos quedará más que mirar de frente y colgar nuestros tacones.

 

De frente, de frente, de frente...

 

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